martes, 12 de agosto de 2008

"Misterio en la ópera", de George Waggner


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "The Climax"/ Dirección: George Waggner/ Guión: Curt Siodmak y Lynn Starling, sobre la obra teatral de Edward Locke/ Producción: George Waggner/ Fotografía: W. Howard Greene y Hal Mohr/ Montaje: Russell Schoengarth/ Música: Edward Ward/ Dirección Artística: Alexander Golitzen y John B. Goodman/ Reparto: Boris Karoff, Susanna Foster, Turhan Bay, Gale Sondergaard, Thomas Gomez, June Vincent, George Dolenz, Ludwig Stossel, Jane Farrar, Erno Verebes, Lotte Stein, Scotty Beckett, William Edmunds. USA, 1944. Color. 85'

Película no demasiado conocida y que tampoco ha permanecido como uno de esos clásicos recurrentes del cine de terror. Todo ello por razones comprensibles, pese a presentar algún que otro aspecto de interés. Dirigida en 1944 por el neoyorkino George Waggner, con guión del gran Curt Siodmak, adaptando una obra de teatro. Cuando digo que las razones de que no sea un título especialmente célebre son comprensibles, me refiero a que determinadas circunstancias que atañen a la peli, la convierten en una obra un poco fuera de su tiempo y, por tanto, poco representativa.

En primer lugar porque su máximo reclamo, Boris Karloff, ya no estaba en su mejor época, pese a dotar a este personaje concreto de toda su innegable y majestuosa presencia, aunque eso sí: a cuentagotas. Asimismo, los folletines en aquellos tiempos también parecían haber pasado a mejor vida. Y es que eso es, ni más ni menos, esta "Misterio en la ópera". Un folletín con todas las letras.

Partiendo de unos esquemas que aprovechan la popularidad del inmortal clásico de Gaston Leroux, "El Fantasma de la Ópera", aquí encontramos la misma tipología de personajes, con sopranos asesinadas, suplentes odiosas, galanes de pacotilla... Y, por supuesto, el malo de la función, que no puede ser otro que Karloff. En este caso, haciéndoselas pasar canutas a una cándida cantante con grandes dotes para el canto, pero con no demasiadas luces. El "pobre" villano vive atormentado por el recuerdo de otra mujer igualmente talentosa y no permitirá que ninguna otra voz le haga sombra, de ahí que utilice toda clase de trucos sucios (hipnotismo incluido) para que la aspirante no llegue nunca a triunfar.


Dicha trama, en un principio, a pesar de no presentar elementos rompedores y de ser más bien previsible, sí podría dar lugar a una obra aceptable, dentro de su modestia. Lo que ocurre es que el filme está "aderezado" con insoportables numeritos musicales operísticos, nada vistosos (más bien cansinos) y que deslucen del todo la atmósfera pretendidamente terrorífica. Una manera de contar que en los primeros años del sonoro podía estar muy en boga, pero que en mitad de los cuarenta ya se antoja bastante desfasada. No digamos vista a día de hoy.

Como relativa novedad, hay el hecho de que la peli está filmada en technicolor. Cosa que sigue separando el filme (al menos en ese aspecto superficial) de los clásicos de la Universal que todos tenemos en mente.

La lástima es que Waggner no se muestre lo suficientemente capacitado como para aprovechar las posibilidades del formato para realzar los aspectos visuales, sobretodo en los momentos referidos a las actuaciones musicales, que como ha quedado dicho, presentan una factura tirando a vulgar. Mismo calificativo puede utilizarse para los actores, para nada carismáticos. Sobretodo el gazmoño galán pareja de la protagonista, personaje que, de tan exageradamente cansino e irritante, propicia el deseo inconsciente de que al final Karloff se salga con la suya.

Seguramente el pasaje más conseguido y valioso cinematográficamente es aquel al cual hace referencia el título original (es decir, el clímax) del momento en que la cantante alcanza las notas más altas durante su actuación final, a fin de ver si las malas artes del asesino consiguen o no su propósito.

Así pues, "Misterio en la ópera" es una obra preferentemente disfrutable por los seguidores del folletín literario decimonónico, más que por los fanáticos de los clásicos del terror en la gran pantalla. Puesto que ni como tal es una obra valiosa, ni como vehículo para el lucimiento de Karloff, cuya presencia aquí a la postre, resulta ciertamente deslucida.

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