jueves, 17 de diciembre de 2009

"El hombre, la mujer y la bestia", de Alberto Cavallone


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "l'Uommo, la Donna e la Bestia"/ Dirección y Guión: Alberto Cavallone/ Fotografía: Giovanni Bonicelli/ Música: Claudio Tallino/ Reparto: Martial Boschero, Giovanni De Angelis, Angela Doria, Emmanuele Guarino, Maria Pia Luzi, Macha Magall, Aldo Massasso, Antonio Mea, Paola Montenero, Agostino Pillastri, Fabio Spaltro, Josiane Tanzilli, Mónica Zanchi. Italia. 1977. Color. 99'

Aunque no se trata propiamente de un filme de terror o fantástico, sí posee alguna que otra cualidad que lo podrían, de alguna manera, introducir dentro del género, aunque sólo sea de un modo tangencial.

En realidad se trata de una película erótica, con algún que otro momento netamente pornográfico y que, eso sí, sobresale por encima de la media de productos de similares intenciones facturados en aquella época.

Y lo hace sobretodo por la capacidad de este italiano, Alberto Cavallone, auténtico especialista en el género (o más bien, en el arte de incomodar), para conseguir una obra sugerente e incluso perturbadora en algunos momentos.

No se trata, por tanto, de una mera gilichorrada para mostrar generosamente carnes femeninas, sino que "El hombre, la mujer y la bestia" podría entrar, aún con alguna que otra reserva, en el terreno narrativo y de inquietudes temáticas de auténticos visionarios como Arrabal, Jodorowsky, o el propio Buñuel.


Diferentes personajes deambulan ante la pantalla, cada uno con sus obsesiones y sus diatribas. Casi siempre relacionadas con el sexo, la inseguridad, los celos, la religión... temas todos ellos delicados y situaciones que en algunos momentos llegan a entrar de lleno en el surrealismo más sugestivo, para que el espectador sea quien se forme sus propias teorías.

Cavallone se sirve de un montaje que seguramente es lo que otorga a la película su mayor y mejor rasgo de personalidad. Sin ninguna clase de rubor, ni pausa, alterna las andanzas de un personaje con otro, sin llegar a completar secuencias, siquiera. Simples planos encadenados, que a ojos del espectador llegan a conformar una tupida mezcolanza de diferentes estímulos. Desde el gracejo cómplice, hasta la más franca incomodidad.

Ello es así a lo largo de todo el filme, pero especialmente acentuado en un último cuarto de hora que constituye un auténtico tour de force visual, con un crescendo casi opresivo que tiene como marco un baile popular, en el que varios de los personajes de la historia dan rienda suelta a sus energías reprimidas.

Es evidente que el filme no presenta una línea narrativa clara. Es más bien, una trama coral que no termina de cerrarse o definirse. Aún así, vista con la predisposición adecuada, puede llegar a resultar harto interesante. Eso sí, no conviene perder de vista la perspectiva temporal, porque no podemos olvidar que nos hallamos en plena década de los setenta. La década aperturista por definición, para muchos europeos.


En ese sentido, llama bastante la atención que, al contrario de lo que solía ser habitual en estos casos, Cavallone no se decanta claramente por una perspectiva machista del sexo, sino que reparte de un modo equitativo los diferentes niveles obsesivos de los personajes, así como la forma de entender la sexualidad, dando protagonismo a ambos géneros.

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